ELLA 2

Ahora me tocaría hablar de Aïnhoa y de este modo, seguir con mi relato.
He querido empezar varios textos y no he sabido por dónde encaminarlos, pero aquí estoy de nuevo y, de verdad, no sé qué queréis que os cuente… ¿Qué es necesario explicar?
 
En mi primer post dedicado a ella, había empezado explicando cómo fue desde el momento en que supimos que Aïnhoa tenía cáncer hasta el final. Os podéis imaginar que en él, hablé de lucha, de superación, de miedo, de tristeza, de soledad, familia, peleas, odio, pero también de amor, mucho amor y desgraciadamente, de muerte. Como sabéis, hay de todo, pero creo que no lo voy a contar como he hecho con mis otros textos.
 
Estamos cansados de escuchar constantemente la palabra cáncer y seguro que tenéis algún miembro de la familia, amigo o conocido que padece esta enfermedad. Sabéis cómo es afrontarla, sabéis cómo es tener miedo a que esa persona se vaya de tu lado, sabéis todas las preguntas que te vienen a la cabeza.
 
Estuve y aún estoy enfadada con el mundo por ello. Mi hermana era joven, sana y no había hecho nada malo para que se tuviera que ir tan rápido, no era su momento.
Desde el principio, intento buscarle algún sentido a todo, porque de esta forma parece que me siento mejor, pero en el fondo, sé que no consigo nada. Solamente el paso de los días, la rutina y la vida hacen que me aleje cada día más de ese recuerdo.
 
Para mí, todas y cada una de las personas a las que les diagnostican un cáncer son héroes, porque han decidido arrancar de su cuerpo hasta el último aliento para luchar. Todos tienen un NO en su mente y ese NO, es el de no desistir y no dejar de luchar.
 
Que mi hermana tuviera cáncer y que luchará hasta el último momento para sobrevivir, es y será lo más doloroso que a mí me ha tocado vivir.
 

A día de hoy, después de 3 años y 5 meses, sigo pensando cada día en ella y que sigue aquí con nosotros. Me pregunto si ella se siente orgullosa de mí, porque no dejo de luchar día tras día como ella siempre me decía que tenía que hacer y también me pregunto si puede llegar a ver cómo están creciendo sus hijos, sus sobrinos y su familia.
 
El blog va sobre las vivencias de una esclerótica y ésta es una gran vivencia, pero no es la mía, sino la de mi hermana. Aquí tendría que explicar sus vivencias, pero no soy ella. Pondría palabras no dichas de su boca y cada uno tiene una perspectiva diferente de la vida.
A ella se le daba muy bien escribir y seguramente lo hubiera hecho genial.
 
Sólo puedo expresar el orgullo que sentía y siento de ser su hermana y la admiración que siento al ver cómo luchó hasta el último día de su vida.
 
En estos casos, te sorprendes al darte cuenta de las cosas que es capaz de soportar nuestro cuerpo, y una de ellas es a vivir sin un órgano. Aïnhoa vivió casi dos años sin estómago y tuvo momentos duros pero también supo convivir con ellos. Seguramente, tuvo más días tristes que felices. Los efectos de la quimio llegaron a ser tan atroces, que le dolía más la medicación que el cáncer propio, pero ella siguió luchando, porque era joven y aún no le tocaba irse de aquí.
 

El carácter le cambió pero… ¿y a quién no le cambia sabiendo que vas a morir? Sin embargo,  la ternura y el amor hacia los demás no los perdió nunca. No me cansaba de escuchar decir a otras personas que Aïnhoa tenía un buen corazón y que la querían mucho.
 

Ella tuvo la necesidad de empaparse de sabiduría sobre varios temas que le gustaban, sobre  todo, con aquello que tenía que ver con el mundo del yoga y su cultura. En ese aspecto me enganchó a mí también, porque quería que practicara éste deporte por los beneficios que tenía para la enfermedad. Me divertía compartir esa vocación que le gustaba tanto. También descubrió que tenía grandes habilidades a la hora de crear y pintar. Se quería comer el mundo y no dejaba de buscar objetivos para sentirse viva.
 
Pensaréis que cuando se muere una persona, tendemos a alabarla y a exagerar su personalidad y rasgos, porque ya no está aquí y sólo nos acordamos de las cosas buenas y no de las malas. Pero eso es lo que yo siento y pienso de mi hermana.

Empecé a cambiar mi tipo de alimentación por ella, porque empezó a investigar sobre otras alternativas a la quimio, ya que cada vez le daban mal pronóstico a su futuro.
Yo siempre había comido de todo y nunca había pensado que la alimentación podría tener algo que ver con nuestra calidad de vida.
 
Ella investigaba para el cáncer, pero paralelamente como siempre, pensaba en los demás. Quería que yo me cuidara y cuanto más leía ella sobre este tema, más claro veía que podría ayudarme a mejorar y “curarme con la Esclerosis”.
 
Así que empecé a cambiar mi alimentación, porque de esa manera no estaba sola y ello se convirtió en nuestra lucha a ponernos sanas.
 
Dejamos de comer carne y empezamos a aumentar la ingesta del pescado, fruta y verdura.
Seguíamos las doctrinas del DR. Aberto Martí Bosch para el tratamiento contra el cáncer; tener una dieta alcalinizante, hidroterapia (baños calientes con sal, exactamente con dos 2kg), también para depurar a través de una diálisis por osmosis por la piel y tratamiento natural.
 
Hacíamos esto constantemente las dos, ella más que yo, sobre todo los baños de sal, porque se sentía mejor y no le dolía tanto la zona de la “barriga” y obviamente porque ella ante todo, se quería curar.
 
Quizá parece todo una utopía y quizá os preguntéis que, si va tan bien como dicen, por qué a ella no le funcionó. No estoy recomendando en ningún momento que la gente deje de hacer quimios o que sólo haga terapias naturales, pero creo que la combinación de las dos cosas puede ayudar.
 
En su caso, siempre he pensado que tardaron mucho en darle un diagnóstico y que si le hubieran dicho antes que tenía cáncer seguramente las otras terapias le podrían haber ido mejor. Pero bueno, ahora entraría en un círculo sin salida. ¿Y sí ella hubiera…?;  ¿y sí ella…?. Ella se fue y ya no está aquí con su familia…
 
En mi caso, sin embargo, sí que considero que hubo una mejora en mi salud o, al menos, notaba que no degeneraba.
 
Estoy convencida que en la maduración de mi personalidad y mi carácter algo ha tenido que ver Aïnhoa y por eso sé que ella nunca se irá de mi lado, porque en una parte de mí sigue estando.

 
Dejé el trabajo antes que se fuera, para poder estar a su lado hasta el último momento. Con su ida, nada tenía sentido, estuve muy mal y no quería saber de nadie y hacer nada.


Como sabéis, haciendo deporte me siento bien, es mi forma de tratar mis problemas emocionales. Por eso, corriendo intentaba centrarme en cómo podía seguir hacia delante y demostrar a Aïnhoa que su espíritu seguía vivo. Me he vuelto un poco “mística” o cómo se llame. Al final, parece que las cosas que me explicaba Aïnhoa del yoga y sus disciplinas, hicieron un poco su trabajo.
 

Decidí que no dejaría de vivir mi vida, porque así de esa forma ella también lo estaría haciendo. No serviría de nada estar encerrada en casa llorando, porque así estaba demostrándole a ella que yo era egoísta, pues estaba desaprovechando mi vida y la oportunidad que tenía de disfrutarla.
 
Después de eso, lo primero que hice fue buscar trabajo. Quería trabajar en el sector social. Aïnhoa siempre me decía que no tuviera miedo a que no me cogieran por mi enfermedad, por tener Esclerosis Múltiple, ya que era mi vocación y seguro que lo haría bien. Así que decidí hacerme voluntaria en la Fundación en la que estoy actualmente y quise aprender desde el primer día. Iba cada día de voluntaria como si realmente fuera una jornada laboral, quería estar ocupada y sentirme útil. En un mes ya entré en plantilla.
 
Así fue cómo empezó esta locura de querer demostrarme día tras día que vivo la vida y por eso me marqué el reto de querer hacer una media maratón. Quería más…